martes, 16 de junio de 2009

Ante lo superficial de la vida


Nadie se hace una triste idea de lo complicado y frustrante que puede llegar a ser ir a comprar un vestido. No será por falta de tiendas… pero resulta una tarea ardua. No sólo se trata de un vestido apropiado para la ocasión, sino que, además de esa prenda, después llega lo siguiente: zapatos, chaqueta, complementos… ¿Algo más? Vamos que si ya terminas de mala leche la primera etapa… completar el círculo de necesidades puede convertirse en una tarea imposible si no tienes la paciencia suficiente (véase mi caso, que a la hora y media me he dado por vencida sumergiéndome en un helado de tres bolas con un gigante cucurucho).

Pero luego, todo eso en el fondo da igual, porque nadie se va a fijar en tus zapatos, si combinan mejor o peor, nadie va a mirar si tu sombra de ojos es la adecuada. Sólo es un vestido, sólo es una graduación, sólo es el final de una de miles de etapas en tu vida.

Es asombroso el peso que le damos a los aspectos superficiales de la vida, cuando éstos sólo tienen una importancia relativa.

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